viernes, 1 de octubre de 2010

No perder de vista las estrellas

Los ancianos de aquel pueblo del desierto de Atacama, contaban a los más jóvenes una historia que también a ellos les había sido contada, se trataba de una especie de leyenda que decía que en alguna parte del desierto, se encontraba una reliquia mágica, que concedía la respuesta de una pregunta, cualquiera sea esta. A menudo se
hablaba de que alguien conocía a alguien que había escuchado hablar de un joven que hace muchos años  salió en búsqueda de esta reliquia, y una vez encontrada, le concedió la respuesta a la pregunta que él había
Había formulado. en los días en los que la historia que contare se enmarca, esta leyenda había tomado más popularidad de la habitual, sembrando en los jóvenes, el deseo de búsqueda. No falto mucho tiempo para que dos adolescentes se largaran a la aventura de de encontrar tan extraño y preciado objeto. ambos salieron al amanecer, juntos y llevando unas pocas provisiones con agua y comida.
Cada día era una gran experiencia, debieron aprender a cazar algún reptil que encontraran para comer y sacar agua de los cactus. Sin embargo, muy diferentes eran los sentimientos de quienes se aventuraban, el mas grande de los dos, creía tener la certeza de saber en que dirección ir, y pasaba sus días haciendo exhaustivas conjeturas de la supuesta ubicación. en su mente y corazón, solo había lugar para aquella recompensa y la certeza de saber donde buscar.  Por otra parte, el aventurero de edad mas corta, no sabía a ciencia cierta cuál era la ubicación, ni que haría la noche siguiente ni como avanzaría, pero preguntándose a si mismo, y ubicándose a través de las estrellas intuía por donde podía ser.
Cierto día, el mayor de ellos, estaba convencido de que debían seguir avanzando hacia el norte, pero por alguna razón, el mas joven, tenia la corazonada de que debían cambiar el rumbo. Al contarle lo que creía a su compañero de viaje, éste decidió que era momento de separarse y le dijo:- yo voy a seguir el camino, porque se hacia donde ir, en cambio tu, tu no sabes nada, no tienes idea de que dirección seguir, revisas tus planes día a día y cambias tus direcciones constantemente. yo encontrare la reliquia, y si yo no lo hago, entonces deseo que tu jamás lo hagas, a partir de ahora, eres mi principal enemigo, ¡mi competencia!.
Así fue como se separaron, y luego de mucho tiempo, se volvieron a encontrar, ambos de regreso a su pueblo de origen.
Ninguno logro encontrar la reliquia, y al verse, tuvieron la siguiente charla.
-Después de tanto tiempo, debo pedirte disculpas por haberte tratado mal, y admitir que me equivoque, y que no encontré  la reliquia en la dirección que creí.
y el otro respondió, -Tampoco yo he encontrado la reliquia.
- me temo que hemos perdido el tiempo. . .  Por estar convencido de saber dónde buscar, he dejado de mirar las estrellas y aprender del entorno. Porque creí estar orientado. en cambio tu, que buscabas sin saber donde, ¡te has preguntado! y por tu cara puedo ver, que has encontrado muchas respuestas. Al parecer no está mal cambiar las utopías a medida uno va descubriendo nuevos horizontes, debo admitir, que es algo muy noble.

Ajedrez





En su grave rincón, los jugadores 
rigen las lentas piezas. El tablero 
los demora hasta el alba en su severo 
ámbito en que se odian dos colores. 

Adentro irradian mágicos rigores 
las formas: torre homérica, ligero 
caballo, armada reina, rey postrero, 
oblicuo alfil y peones agresores. 

Cuando los jugadores se hayan ido, 
cuando el tiempo los haya consumido, 
ciertamente no habrá cesado el rito. 

En el Oriente se encendió esta guerra 
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra. 
Como el otro, este juego es infinito. 

II 

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada 
reina, torre directa y peón ladino 
sobre lo negro y blanco del camino 
buscan y libran su batalla armada. 

No saben que la mano señalada 
del jugador gobierna su destino, 
no saben que un rigor adamantino 
sujeta su albedrío y su jornada. 

También el jugador es prisionero 
(la sentencia es de Omar) de otro tablero 
de negras noches y blancos días. 

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. 
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza 
de polvo y tiempo y sueño y agonías?


Jorge Luis Borges